Contribuciones indígenas a la conservación “desde abajo”
El texto que el lector tiene en sus manos es, en cierto sentido, un libro de viaje; recoge un recorrido que ha incluido algunos lugares de tres súper áreas culturales: Mesoamérica, Andes y Amazonas. En cada lugar visitado ocurrieron prodigios: un barco encallado en la mitad de la selva Lacandona, envuelto por el vaho de la niebla; un volcán el Imbabura, que rompió en llanto al enterarse de la traición de Cotacachi, llanto que formó el lago San Pablo, entre las cordilleras oriental y occidental de los Andes ecuatorianos; en Mérida, Yucatán, escuché una evocación a los abuelos mayas que señalan al cielo para mostrar tortugas que surcan el cielo dejando estelas de galaxias; curanderos que resucitan pájaros, en las chagras del Amazonas colombiano; llamas cuyo modo de morder el pasto ayuda a los ragaipampianos a regenerar los Andes pardos; curanderos que resucitan pájaros en Puyo, en el Amazonas ecuatoriano; hombres-pájaro- masehual-totonaku-mestizos que descienden desde lo alto de un cedro, en la Sierra Norte de Puebla.
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